Bien. Dos Torneos de Debate.
El primer Torneo fue el año pasado, donde un grupo de chicos, más o
menos talentosos en el arte de hablar, se presentaron al mismo para
pasarlo bien y aprender. Cómo iban a imaginar que, con esa falta de
experiencia, ganarían ese mismo año frente a colegios que llevaban años
participando. La alegría que mi equipo y yo sentimos en ese momento no
puede pagarse, no tiene precio. En ese
momento, cuando nos anunciaron ganadores del IV Torneo de Debate de la
Comunidad de Madrid me sentí la persona más feliz del mundo. Me había
esforzado, habíamos luchado siempre desde la ilusión y el ansia de
conocimientos, y nunca desde la avaricia o la mala fe. Podría decirse
que desde la ignorancia o la felicidad implícita en ella, ¡quién iba a
decirnos que íbamos a ganar ese debate, el primero!
Y, este año, con
tres de los antiguos miembros retirados, mi compañera y yo decidimos
presentarnos, incorporando a nuestro equipo tres nuevos participantes.
La experiencia ya era una ventaje con la que no contamos el año pasado, y
que este año nos dio un poco de seguridad. Así fue que comenzamos a
investigar y a formarnos, a preparar el debate de este año, cuyo tema
era "¿Deberíamos ser mayores de edad a los 16 años?". Trabajamos duro,
tardes hasta las cinco o seis en el colegio, ensayando, repitiendo hasta
la saciedad lo que ya sabíamos, perfeccionando gestos, voz,
movimientos. Todo lo que necesitábamos para hacerlo bien, y para que yo
estuviera satisfecha. De esta forma, llegó el 6 de Marzo, fecha del
primer debate, que si pasábamos, accederíamos a octavos, cuartos, y así
sucesivamente hasta llegar a la final, tal como ocurrió el año pasado.
Con toda nuestra ilusión nos enfrentamos en el primer debate con un
equipo claramente inferior. Y ganaron. Fue un palo. Un palo que nos
golpeó sin piedad. Y, sí, me dolió. Aún a pesar de la rabia acumulada
por la mala puntuación que recibimos frente a la alta e inmerecida del
equipo contrario, continuamos, dispuestas a darlo todo en el siguiente
debate. Y aunque el equipo del segundo debate sí estaba más igualado a
nosotros, y un fue un debate interesante, el resultado volvía a estar
claro. Pero, de nuevo, no coincidió con lo que esperaba. Perdimos de
nuevo. Estas dos derrotas suponían que ya no podíamos acceder a la fase
siguiente, quedábamos eliminadas del concurso.
No lo entendía.
Un feedback muy bueno de ambos jueces a nuestro equipo que no se reflejó
ni en la puntuación ni en el resultado del debate. Yo, Lucía, como
debatiente, y desde una postura objetiva, afirmo que fue un resultado
injusto. Esto me lleva a otro punto... Es extraño que un equipo que se
presenta el primer año, gane. ¿Extraño? Complicado. Inusual. No es de
extrañar que se dieran órdenes, o, mejor aún, "consejos", desde las
altas esferas de la organización para deshacerse cuanto antes de ese
mismo equipo este año. Se puede tildar esta idea de conspiranoica, pero
repito que yo estuve allí, que yo debatí, ví los resultados, las
valoraciones, el comportamiento de los equipos rivales y de los jueces. Y
nada tenía sentido, nada cuadraba. Esto lo secunda el público allí
presente, que también inclinaba la balanza a nuestro favor.
Así una se da cuenta de las injusticias de la vida. ¿Y qué se le va a hacer? Nada. Nada de momento.
Yo me he esforzado, yo he trabajado, yo di lo mejor de mi en ambos
debates. Sé que lo hice bien. Y eso es lo único que ha de importarme,
pues aunque haya sido víctima de una injusticia, sé que lo que tenía que
demostrar ha quedado patente, que quien me viera debatir sabe que esta
chica merece la pena.
Entonces, ¿qué toca ahora? Nada, realmente.
Acordarse de lo bueno, olvidarse de lo malo, disfrutar. Prepararse para
abrir el año que viene una Sociedad de Debate en la Universidad a la que
entre o acceder a ella si ya la tiene.
Nunca, jamás, van a ser mis
palabras reprimidas. Nunca va a ser mi boca callada. Yo voy a hablar, a
expresarme, voy a jugar con la retórica, voy a debatir, porque eso, al
fin y al cabo, es lo que me gusta, con independencia de cómo puedan ir
mis resultados. Yo he nacido para esto. Me gusta esa euforia que siento
al salir a hablar, me gustan esas miradas clavadas en mí y en mis
gestos, me gusta la atención a mis palabras, me gusta sentirme viva. Me
gustan los aplausos, me gustan las miradas desafiantes del equipo rival,
me gustan mis miradas de hielo, mis sonrisas que destrozan, me gusta mi
voz clara y orgullosa. Me gusta hablar, me gusta debatir.
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