martes, 10 de julio de 2012

Picture a world for us.


El tiempo es imparable. No espera por nadie. Y nadie se percata de él hasta que pasa, ni siquiera yo. Qué fue de cuando estábamos los cinco, seis, los siete juntos; haciendo, mejor dicho, hacíais trastadas, y yo me reía. Qué fue de esas mañanas de piscina y esas tardes tirados en la calle. Qué fue de esas cenas juntos y ésas noches en las rotondas. Qué fue de algo que parecía eterno. Jamás os necesité, qué va, pues había mil opciones antes que vosotros, pero, ¿y cuando quería salir y estabais vosotros allí? Perdí mucho tiempo que hubiese sido maravilloso a vuestro lado, y como era de esperar, sólo ahora me doy cuenta; ahora, cuando estamos más lejos que nunca. Cuanto os quise, y cuantísimo os quiero, y demasiado es lo que os echo de menos.
Recuerdo cuando estuvimos todos juntos, que íbamos al parque, o simplemente nos quedábamos delante de mi muro, pasando las horas. Recuerdo las cartas de Yu-Gi-Oh!, la bici, el skate, el parkour, el rock y el rap, las carreras, el “polis y cacos”, las excursiones al Roque Nuble en las que nos acompañaban mis padres, la furgoneta de Hannah y Shaimah en la que me planteé dar mi primer beso, la piscina de Heri y el Clipper de fresa, el gatito de Marco, el día en que mi hermano se rompió la barbilla y él me consoló haciéndome ver videos de gatitos que tocaban la batería y la guitarra, las innumerables mascotas de Jimmy y Sunny, las heridas, el barranco, los céntimos que racaneabais para ir por un refresco al Hiperdino, la barbacoa post-Carnaval, el día que fuimos a la playa, el día del airsoft, mi despedida, la cena y el billar, mis cumpleaños, los vuestros, todos los regalos, todas las sonrisas, las peleas, los enfados, las lágrimas, las miradas cómplices, los “cuando sea mayor quizá, hasta entonces podemos ser amigos”, la luna por el telescopio. Recuerdo tanto y tan poco que no podría escribir menos de mil páginas y seguir en blanco.
El primero en irse fue Heri con su hermano. Mi segundo “novio”. Él sí me quiso, y todo lo que jugué yo con él y lo mal que me porté. Eso fue de mi época cuando tenía miedo a amar y ser amada. Heri me quería. Y antes de ello, qué bien lo pasamos todos juntos, con las carreras de bicis y todos los juegos que inventaban y surgían ante mi mirada aburrida, pero atenta. Aquella temporada cuando tuvimos que llevarle a clase. Y cuando me invitó a dormir, que me dio ¿miedo, corte?, pero que al final no fui, a pesar de disculparme con su madre. Íbamos a ver Monstruos S.A. Soy idiota. Y sí, se acabó yendo a Lanzarote, y su casa quedó vacía, y ningún coche azul cielo volvió a pisar Pilar Lorengar, y la calle se sumió en un silencio triste, que ninguno quería reconocer.
Luego llegó Kevin, el eternamente conocido por su perro Simba, tres veces más grande que él (que una vez entró en mi casa haciendo chillar a mi madre), y por ser un skater empedernido. Cuando se rompió las dos piernas pensé que se me paraba el corazón, aunque lo hizo de verdad cuando me enteré que le gustaba. Entramos, pues, en el eterno juego de los mensajitos, el despedirse con besos, las sonrisas pícaras, las pestañas rizadas y el falso rubor. Amor, de nuevo, no. Su sonrisa y su carita dulce realmente enamoraban, pero yo en aquel entonces no tenía más ojos que para mis libros, y poco a poco fuimos construyendo, ambos, una herida de la que sólo se saldría con rencor y burlas. Eso me llevó a encerrarme más en mi, hasta que llegó Marco, cómo el ángel que siempre ha sido, y nos salvó a los dos. Y todo quedó en una simple amistad, olvidado el pasado, con poca comunicación y demasiadas bromas sin sentido.
Marco me pidió salir, al igual que Jimmy, y así me convertí en la princesa, la única chica del grupo, como había sido siempre, pero más creída. Todos, todos me adoraban, y lo hicieron hasta que el día que me fui. “No nos separará la distancia”, dijeron, pero yo sabía que era algo irreparable, que tras una pantalla no habría más allá de un saludo simple. Sonrío cada vez que veo algo de ellos. Una nota, una foto. Y lloro cuando me da cuenta que sólo eso está entre mis manos, que los he perdido para siempre. Y se han perdido. Heri, yo, Marco dejó a Jimmy y Sunny tras que ellos se metiesen en las drogas, y de Kevin no he vuelto a saber nada.  Así que sonrío por separado, sonrío por un pasado inmejorable, por cada segundo a su lado, porque me hicieron sentir especial. Muy especial. A su lado podía volar. Literalmente, si se lo hubiese pedido, me habrían construido un avión gigante de papel y lanzado por el barranco. Nunca hablé con ellos de mis problemas, porque a su lado desaparecían. Y ahora ha desaparecido todo. Cuando tengo noticias de ellos pienso en cuánto han cambiado las cosas, cuánto nos hemos separado, y dónde habrá quedado aquella amistad, la más hermosa que recuerdo. Lo único que puedo hacer es desearos lo mejor; a ti, Marco, el primero siempre, el más especial de todos, tu sonrisa viajará siempre conmigo, quiero que no dejes de luchar por lo que crees y lo que fieramente anhelas, por las tardes en el Longboard y las mañanas de instituto, o de Universidad, o de lo que sea que hagas. Quiero que te acuerdes de mi un poco, y que llores una lágrima que caiga contra el mármol, que se haga mil pedazos que te recuerden cada momento que estuvimos juntos. A ti, Heri, el eterno deportista y romántico, que te vaya bien, que sonrías, que sigas bebiendo Clipper de fresa, que ganes todas tus carreras, que no guardes para siempre mi foto en el fondo de un cajón. A ti, Kevin, mi masoca preferido, que por cada herida que te hagas te levantes dos veces, y a la tercera te quites el sudor de la frente tal como hice yo la primera vez que me subí a tu skate. A ti, Sunny, el grandullón de buen corazón, espero que despiertes pronto y salgas de donde jamás debiste entrar, porque estuve contigo siempre y no recuerdo haberte enseñado eso. A ti, Jimmy, el malote, el guay, el moderno; te perdiste en tu vanidad y confianza, y mira a dónde has llegado y a quien has arrastrado contigo. Si aún recuerdas aquel susurro del walkie-talkie, entonces más te vale sonreír.
Y a los pasajeros, a Hannah y Shaimah y su hermano pequeño del cual no me acuerdo el nombre, a Tatiana y su hermano del que tampoco…, a ese gorila amigo de Marco, que tampoco me acuerdo, al borracho del parque, a Kevin; os veo borrosos.
Frustración, tristeza, soledad, alguna que otra sonrisa, es lo que soy al recordaros; pero también soy alegría, risas, milagros, y patadas, y amores que acabaron mal, y amistades que acabaron aunque fuesen inmortales. Pero siempre he sido vosotros, y siempre lo seré; porque juntos somos únicos.

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