martes, 1 de febrero de 2011

Mis palabras.

Sobre fuego escribo en un helado lienzo, intentando capturar las últimas esquinas de un alma curiosa, de ésas que con un gesto frío te dejan escuchar su risa de cascabel.

¿Qué?
Muy bien, al revés.

Encima del hielo me desangro, acuchillada por mil palabras ardientes que no tenían donde ir desde que escaparon de la prisión de los sueños rotos.

¿Mejor?

No puedo descansar, hay sensaciones que todavía se me escapan entre los dedos. Intento asumir que la vida terminará antes que mi gran obra, que lo legaré a ningún sucesor, por que, ¿sabrían ellos, acaso, intentar plasmar lo que yo plasmo? ¿Lo que he trabajado y trabajo? Éstas palabras que ya son mías, porque las quise y pagué un precio por ellas. Aunque todavía me dominan y salen a su antojo...

¡Bah! ¿Qué van a saber?
Muy bien, ¡reíd! ¡Mofaros de mi! Pero cuando os sentéis frente al papel y no vengan, oiréis mi voz. Porque ellas están conmigo y jamás me abandonan. Puede que no las sepa encauzar, que salgan a borbotones, sin ton ni son, chocando unas con otras; pero jamás me abandonan.
Una maldición que yo misma me busqué y a la que no renunciaría por nada del mundo.

1 comentario:

  1. Cierto, cierto, las palabras son de uno mismo y de nadie más. Cada uno las deja fluir a su manera, todas diferentes, con un estilo propio. Las palabras son nuestras sensaciones, lo que sentimos en el momento justo en que empezamos a escribir. Nuestros dedos se mueven por el teclado y en la pantalla aparecemos nosotros, ahí, reflejados en forma de serpenteantes líneas negras.

    ¿No es algo hermoso?

    A, una cosa, tu sabes encauzarlas, y muy bien por cierto :)

    Kissssus ^-^

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